martes, 28 de junio de 2011

EQUO (y reflexiones alrededor)






En estas semanas de calores, de efervescencia social y de protestas en la calle, mientras mucha gente mira con un ojo a su cuenta corriente y con el otro a los atascos que le esperan camino de la playa, algo grande se está cociendo en salones de actos y centros culturales de toda España. EQUO, un proyecto político de raíz ciudadana (raíz, tronco y hojas), está en proceso de nacer. Debe hacerlo con prontitud y, una vez nacido, no tendrá tiempo de aprender a gatear, deberá levantarse y correr. La tarea que tiene por delante es tan inmensa como su ilusión y sus ganas de mejorar el mundo. EQUO empezará siendo pequeño, pero quiero pensar que una vez que esté en marcha, ya no habrá quien lo pare.


Juantxo López, el que fuera director general de Greenpeace en España durante diez años, es la cara visible de una idea tan genial como necesaria. Detrás, o mejor dicho, a su lado, un importante grupo de personas trabaja a destajo para ir materializando el apoyo de mucha gente que, aunque aún no lo sepa, comparte las mismas inquietudes que EQUO e idéntica visión sobre los problemas del planeta. En primer lugar y como representante del Partido Verde Europeo en España, EQUO ha querido atraer y unificar a las distintas opciones ecologistas que había repartidas por todo el panorama político de nuestro país, en el lógico convencimiento de que la única manera de obtener cierta fuerza es empujando todos en la misma dirección. Al mismo tiempo ha ido difundiendo su proyecto y sumando apoyos particulares a través de Internet y de las redes sociales, y ahora se está haciendo visible con asambleas provinciales abiertas a todo el mundo, constituyendo mesas de coordinación que han de promover grupos de trabajo divididos por sectores, recogiendo propuestas y elaborando unas listas electorales y un programa político que tendrán que ser votados y aprobados en su congreso nacional del próximo otoño. Además, dado que no cuentan con la financiación de los bancos, necesitan incorporar socios que aporten, según su capacidad económica, una cuota anual de 50 euros u otra de 100 euros, también anual y cuyo pago se puede fraccionar en tres plazos. Y todo ello a fin de constituirse en partido político y concurrir a las elecciones generales de 2012. Casi nada.


¿Por dónde empezar? Del mismo modo que los cuentos tradicionales comienzan por el clásico “érase una vez”, podríamos decir que EQUO lo hace con un planteamiento de salida muy sencillo: por la ecología política y la equidad social. Ojo, porque esto no es un cuento y tiene mucho fondo. Pretenden “politizar a la sociedad y socializar a la política”, ahora que nos hemos dado cuenta de que el alejamiento entre políticos y ciudadanos no beneficia a nadie, pero menos a nosotros. Que los políticos vivan en su altar de espaldas a la ciudadanía y que solo se den la vuelta para pedirnos el voto cada cuatro años, no se puede considerar una conquista digna de nuestro tiempo, porque entonces la política termina sirviendo a sus propios intereses tal y como lo hacen los bancos: se convierten en un fin y no en un medio y transforman a la ciudadanía en un objeto de usar y tirar. En la otra parte, que los ciudadanos vivamos de espaldas a la política, que nos encerremos en sus propios asuntos y que nos limitemos a subsistir, consumir (cuando podemos y nos dejan) y votar cada cuatro años, no es nada sano, porque los problemas colectivos irán creciendo sin que nadie les busque solución. Muchas veces he oído aquello de “no me gusta hablar de política”, y, aunque lo respeto, no lo entiendo. La política es una herramienta que, puesta al servicio del ciudadano, debe servir para gestionar el bien común resolviendo problemas y aumentando nuestra calidad de vida. Hay gente que no quiere hablar de política, pero imagino que querrá asistencia sanitaria si se pone enferma y un buen sistema educativo para sus hijos. Detrás del alejamiento y casi del temor que tienen algunas personas a hablar de política, yo veo dos razones: por un lado intuyo el miedo a la confrontación, quizá por la poca libertad que han tenido en su propia casa para expresar sus ideas. Ante eso, yo digo que la confrontación no es culpa de la política en sí, sino de la forma en la que exponemos nuestras opiniones y encajamos las de los demás; por otro lado, detrás del “no me gusta hablar de política” también puede estar, aunque espero que en menor medida, la dejadez por los asuntos públicos, el egoísmo primario del “mientras yo tenga para comer, me da igual el resto”. No podemos dar lugar a eso, porque vivimos en sociedad y antes o después, a todos nos afectan los mismos problemas.


Según el manifiesto del proyecto de EQUO, el nuevo partido tendrá una organización horizontal, tratando de superar la estructura piramidal de los partidos tradicionales. La participación, el voto y la voz de socios y simpatizantes será el motor que impulse la acción de EQUO. Hay que moverse, y en eso como en otras cosas, la similitud entre este proyecto y el movimiento ciudadano del “15-M” resulta evidente. En ese sentido, del mismo modo que hay quien identifica al “15-M” con la izquierda, también hay quien dice que EQUO solo servirá para quitar votos a los partidos de esa orientación, básicamente a PSOE e IU, pero yo me pregunto: ¿Por qué no se menciona al electorado que vota o haya votado alguna vez al PP? No entiendo la razón según la cual, un conservador moderado o una persona “de centro” no puede estimar que el mundo es cada vez más injusto, y pensar que la humanidad y el planeta necesitan un cambio de rumbo inmediato. ¿Por qué no se habla tampoco de la enorme cantidad de ciudadanos que votan en blanco, que emiten voto nulo o que deciden pasearse en lugar de ir a votar? Pues no entiendo el que un ciudadano enojado, que se abstiene de votar porque se siente cansado del bipartidismo y de la falta de alternativas, no pueda decidir votar a la nueva opción que le presentará EQUO como respuesta a sus inquietudes.

Hace poco me preguntaba en voz alta, ¿por qué razón no se resuelven los grandes problemas de la humanidad, si todos podemos identificarlos claramente y todos queremos resolverlos? Si le preguntas a todos los españoles, uno a uno, sean de derechas, de izquierdas o de centro, si les parece bien que haya niños que se mueran de hambre en este planeta, seguro que todos dicen que no. Si preguntas si les parece bien que se talen miles de árboles cada día y que se exploten abusivamente nuestros recursos, mientras el planeta corre el riego de ser inhabitable en menos de un siglo, todos dirán que no les parece bien. Más: podemos preguntar si les parece bien que una familia que no puede pagar la hipoteca, sea desahuciada y encima tenga que seguir pagando su deuda, y la mayoría dirá que eso no está bien. Podemos preguntar si les gustaría que los edificios pudieran autoabastecerse de energía, consumir la energía que generan sin tener que depender exclusivamente de las grandes compañías y sin pagar grandes facturas, y casi todos dirán con entusiasmo que sí, que les encantaría. Ahora es cuando el pragmático llega y me dice que no es tan fácil. Yo no digo que lo sea, pero no me trago la dificultad como motivo de la inacción, la resignación y la apatía. A casi todos nos gustaría no tener que gastar dinero en gasolina y tiempo en atascos, pudiendo ir a trabajar en un transporte público eficiente y puntual. A todos nos gustaría vivir en una ciudad limpia de ruidos y de suciedad, libre de obstáculos y de peligros para que los niños jueguen, para pasear, para disfrutar. Creo que estamos de acuerdo en lo esencial y que las divisiones entre izquierda y derecha no tienen un peso tan fundamental. Claro que hay diferencias entre una visión conservadora y una visión progresista del mundo, pero en la base, entre la gente de la calle, habrá coincidencias mucho mayores a la hora de identificar y resolver los grandes problemas de la humanidad, más coincidencias de lo que los partidos tradicionales de derecha e izquierda nos quieren hacer creer. Para mí, lo que está claro es que tal y como tenemos montado el chiringuito ahora mismo, no vamos a ningún lado.


Vuelvo a EQUO, al EQUO verde. Una tarea fundamental del nuevo partido será superar los estereotipos tradicionales que pesan sobre el ecologismo. El ecologista ya no es aquel tocapelotas que se opone a nuestra comodidad, tal y como se vendía en el pasado y como todavía hoy se nos vende desde algunos sectores. El ecologista no es piojoso, desocupado, desaliñado. Ecologista no es el que se opone a todo progreso, sino el que ofrece mejores caminos de progreso, de progreso real, aportando soluciones reales. Ecologista ya no es el que se limita a meternos miedo con el deterioro medioambiental, sino que además nos dice lo que podemos hacer cada uno de nosotros para ayudar a solucionar los problemas del planeta. El ecologista aporta ideas en clave de sostenibilidad y bienestar. No nos invita a la vida contemplativa mirando a las flores (lo que tampoco está nada mal), sino que plantea nuevos modelos de gestión en todas las áreas para hacer del mundo un lugar más justo y más habitable. Para dejarles a nuestros hijos un planeta vivo.


El ecologista de hoy está en el campo generando cultivos más sanos, productos de mayor calidad con un bajo consumo de agua y pesticidas, y favoreciendo el buen trato a los animales porque cuesta lo mismo y es lo correcto. Pero el ecologista también está en la ciudad, y hoy es el anciano que rechaza las bolsas de plástico en el “super” porque sabe de sobra que se puede vivir sin ellas, igual que lo ha hecho durante toda su vida. Ecologista es el estudiante que reduce sus residuos evitando consumir productos de un solo uso, y que además los separa y los recicla. Ecologista es el que reutiliza hasta donde puede, el que no cae en el consumismo ciego comprando cosas que no necesita, el que no se traga todo lo que le venden. Ecologista es el arquitecto que diseña viviendas energéticamente eficientes favoreciendo el ahorro y la comodidad, el que busca facilitar luz natural y aislarnos del frío y del calor a coste cero. Ecologista es el niño que les dice a sus padres que no le lleven al cole en coche, que quiere levantarse un poco más temprano e ir andando y pisando hojas secas por la acera. Ecologista es el biólogo, el ingeniero o el parado, el que disfruta y cuida del bosque en su día libre, el que fotografía la puesta de sol sobre un río con su cámara digital, el que apaga la luz o regula el aire acondicionado con la temperatura óptima, el que ahorra agua y no tira ni solo un papel al suelo por la calle. Para mí, ecologista es el que respeta a los animales, a las plantas, a las personas y hasta a los objetos, el que no se cree inmortal, omnipotente ni dueño de todo, sino simplemente un ser provisional que ha tenido la inmensa suerte de nacer, y de hacerlo en una piedra redonda que rebosa vida y que gira sobre su eje flotando en el vacío. Es el que aspira a dejar un día el patio igual o mejor que como se lo encontró.


Creo que nos falta perspectiva. Siempre se dice que el artista que lleva mucho tiempo frente a su obra, necesita alejarse por un tiempo y luego volver para darse cuenta lo que estaba haciendo mal. En esa misma línea, me resulta muy curioso oír hablar a los astronautas. Todos los viajeros del espacio que separan sus pies de la Tierra y la ven desde arriba, vuelven siendo ecologistas (si no lo eran ya cuando se fueron). Su mensaje, al menos, lo es. Todos se quedan impresionados por algo que realmente ya sabían, pero que no conocían hasta que no lo vieron con sus propios ojos: nuestra atmósfera, la capa que separa la vida del vacío, vista desde el espacio es como un folio. Así de fina. Todos los astronautas hacen referencia también a la Tierra en sí, a los mares y a los continentes, y mencionan un hecho tan obvio que, de entrada, parece increíble que salga de la boca de personas con un elevadísimo índice de inteligencia: desde el espacio no se ven fronteras, no hay líneas que separen a los países, a las naciones. No hay más líneas que las que dibujan los ríos en su discurrir, llevando el agua de las montañas hasta el azul intenso de los océanos. Todos los astronautas, después de mostrase maravillados por nuestro planeta, miran más allá y ven la oscuridad profunda y las estrellas lejanas. El vacío.


Repito que nos falta perspectiva: estamos tan cerca de la Tierra que no podemos verla. No podemos compararla con nada más. No nos hacemos a la idea de que si la perdemos, no tendremos nada. Así pues, animado por esas obvias y simples verdades que nos dicen los astronautas cuando vuelven a posar sus pies en el suelo, lanzaré mi primera propuesta a EQUO: en los últimos días hemos oído hablar de la retirada de ciertos símbolos, como banderas y fotografías, por parte de cierto partido político en algunas instituciones públicas. Tanto para quitar como para poner esos símbolos, además de existir una normativa, algunas personas suman un alto grado de exaltación, valorándolos (o despreciándolos) sobre todas las cosas. Admitiendo la existencia administrativa y cultural de países, regiones y municipios (aunque según los astronautas, desde arriba nada nos separa), creo que en las administraciones falta un símbolo global, una fotografía de todos nosotros vistos desde lejos, sobre el planeta que nos presta hogar. En los salones de plenos de los ayuntamientos, en las consejerías de los gobiernos autonómicos y hasta en el Congreso de los Diputados, en La Moncloa y en cualquier edificio público, debería existir una fotografía enmarcada de la Tierra. Parece una chorrada grande como un piano de cola, lo sé, pero es válida como símbolo de nuestra condición de habitantes de un mismo planeta, no es una perogrullada más grande que las que nos dicen los astronautas. Es un recordatorio diario de algo que todos los dirigentes saben, pero que nunca tienen en cuenta. Una muestra de que existen problemas que nos afectan a todos y que hay que ayudar a resolver. Un humilde intento de recuperar la perspectiva.


Crisis de valores y de sistema.