sábado, 11 de mayo de 2013

¿Dónde empezará la revolución?

Desde hace unos días estoy dándole vueltas mentales a la revolución. Digo yo que algún día tendrá que llegar, pero la forma, el momento y el lugar son todavía un misterio. Hay quien dice que la revolución tiene que ser violenta o no será, y otros afirman que entre todos podremos cambiar las cosas sin derramar sangre. Lógicamente, prefiero esta segunda opción aunque la encuentre harto improbable. Pero vamos, que yo creo que algo tiene que suceder; no sé si antes o después, pero tengo la sensación de que cada día que pasa, estamos más cerca de la autodestrucción total o de la 'autorredención', y si tengo que poner un plazo para el catacroquer o la salvación, lo pongo en este mismo siglo XXI. En esta centuria, o nos salvamos o nos vamos a tomar por el culo. Por acción o por omisión, a la vista está que nos hemos descuidado como sociedad y que hemos entrado en su juego, en el de las pocas personas que cortan el bacalao en la Tierra desde tiempos inmemoriales. En el de los trileros que ansían ante todo el poder y el dinero a costa de lo que sea, de vender a su madre si hace falta. Los trileros siempre han sido los mismos.

Pero a lo que más vueltas le estoy dando últimamente, más incluso que a la forma, es al lugar. Así, me estoy imaginando la humilde placa que señalará el sitio donde se inició la revolución que cambió el mundo. Me imagino a la gente pasando frente a dicho lugar, y señalando la placa. Haciéndose fotos y diciéndole a sus hijos: "Mirad, aquí fue donde se dijo '¡basta!' y comenzó a imponerse el sentido común". Me imagino que pondrán flores por ahí y estará arreglado y limpico, pero no me imagino grandes monumentos como los que han erigido para sí los caciques mundiales a lo largo de la historia. Para entonces, todas esas gilipolleces y esas ridículas muestras de vanagloria se habrán acabado. Me imagino un reconocimiento humilde y no mucho más que esa humilde placa. ¿Dónde empezará la revolución que ha de cambiar el mundo? "En esta frutería se inició la revolución que cambió el mundo". O en este taller mecánico, en este bar, en esta peluquería, en este semáforo, bajo este árbol, en la sala de espera de este banco, en esta ferretería, en el ascensor de este hospital, en el cuarto de baño de esta universidad...

Tenemos algún ejemplo ya de hechos puntuales en lugares sencillos y comunes, que al final terminaron marcando hitos y supusieron el principio del fin de la injusticia: recuerdo ahora a Rosa Parks, aquella mujer negra que dijo NO a tener que levantarse y ceder su asiento a un joven blanco en un simple autobús urbano. Una cosa sí está clara: no me imagino una placa que diga "En este parlamento se inició la revolución que cambió el mundo". Ni en este despacho, ni en el consejo de administración de esta multinacional, ni en el parquet de esta Bolsa, ni en esta agencia de calificación de deuda... No sé si la revolución debe ser forzosamente violenta o no. Lo que sí sé es que la revolución debe ser del pueblo, o no será.



Crisis de valores y de sistema.