miércoles, 31 de agosto de 2016

Terceras elecciones: el plebiscito

Escribo estas letras por no salir al balcón a gritarlas. Por no subirme a una caja de frutas en la esquina de un parque y proclamarlas. Tampoco sé por dónde empezar a analizar la política española que me lleva de cabeza: ¿por la Edad Media? ¿Por Fernando VII? ¿Por la I República, por la II? ¿Por la Transición? ¿Por González, por Aznar, por Zapatero? ¿Por el 15-M? ¿Por la eterna legislatura de Rajoy con sus recortes de derechos, su aumento de la precariedad, su incremento de la desigualdad y la pobreza, sus ataques al medio ambiente, la educación, la sanidad, la ciencia, la dependencia, la memoria histórica y la cultura? ¿Por el nacimiento de Podemos, por los fallidos procesos de confluencia autonómica y municipal? ¿Por la pseudo izquierda nacionalista catalana aliada con la rancia derecha de esa misma comunidad, haciéndole el juego a la derecha españolista del PP y entorpeciendo el cambio que pedimos desde el resto del país? ¿Por el 20-D, por la fallida investidura de Sánchez, por el 26-J? Pues ya se me ha hecho la hora de acabar...

Centro el tiro y digo que después de muchas decepciones con el PSOE, al fin vuelvo a estar orgulloso de la postura de dicho partido. Claro está, me refiero a su determinación de rechazar el apoyo o la abstención en favor del PP; a su inquebrantable decisión de cumplir lo que prometió por encima de las presiones externas y también de las internas, de esas que provienen de sus miembros confundidos, de los que tienen alma de derechas, de los que, acomodados en sus cargos orgánicos, sólo aspiran a dominar al PSOE y a estrellarlo contra las rocas. Ya me parecería un suicidio para los socialistas que facilitaran el gobierno a un PP puro y casto, sólo de derechas, y tras una legislatura plácida y normal de los populares. Mucho menos he de entender y compartir la idea de un PSOE facilitando el gobierno a este PP y en estas circunstancias; al PP de la inabarcable lista de procesos judiciales por supuesta corrupción tras una legislatura de miserias y de recortes injustos y claramente ideológicos.

Pero claro, preguntan: ¿Y cuál es la alternativa? Todos claman contra las hipotéticas terceras elecciones y se rasgan las vestiduras como en un drama griego... Yo clamé contra las segundas, lo recuerdo, pero cometido aquel insulto, ¿qué problema supone votar de nuevo? Los hay que dicen que todo puede acabar igual o incluso con un triunfo del PP por mayoría absoluta. Que nada cambiaría.

Yo tengo una propuesta que resonará en la nada y que parecerá peregrina, pero es la mía: convertir las terceras elecciones en las definitivas haciendo de ellas un plebiscito para el electorado de izquierda. Se trataría de que, en estos dos meses, PSOE y Unidos Podemos aparcaran sus ataques mutuos y redactaran un preacuerdo, una suerte de programa de mínimos a aplicar en la forma en la que se estimara tras las elecciones y en función de quién quedara por delante. No sería una coalición, sino un documento y una intención sometida al juicio de los ciudadanos. Cada partido haría su campaña -se entiende que sin ataques entre ellos-, pero, eso sí, habría que añadir una coda esencial: si la suma de Unidos Podemos y PSOE no alcanzara la mayoría absoluta, se produciría una abstención para facilitar la formación de gobierno del partido más votado, presumiblemente el PP.

De ese modo, entiendo yo, el voto de la gente concedería legitimidad al preacuerdo electoral o, si no alcanzara para eso, daría por justificada y aprobada la abstención para un nuevo y desatado gobierno de derechas. Tal vez entonces se movilice -de una puñetera vez- el electorado de izquierdas y veamos un escenario distinto. Y en cualquier caso, el escenario habría de cambiar por cuanto la postura frente al PP quedaría refrendada por las urnas. Si no, siempre podremos seguir jugando a este juego tan poco divertido.

Crisis de valores y de sistema.