miércoles, 8 de febrero de 2017

Hasta pronto, EuroCup

En ocasiones a todos nos cuesta entender las aficiones desaforadas de otros, e incluso de manera incomprensible y casi instintiva, nos sientan mal. Y eso que a nosotros no nos hacen ningún daño. Por ejemplo, nos preguntamos con desdén cómo puede haber alguien capaz de acampar a las puertas de un recinto, de esperar día y noche a que abran una taquilla para gastarse un dineral y ver a un grupo musical determinado; o cómo puede alguien pedirse días libres en el trabajo para subirse en un avión y hacer miles de kilómetros, sólo para ver un partido de fútbol que dura una hora y media. "¡Hay que estar loco!", exclamamos, pero en mayor o menor medida, cualquiera tiene o ha tenido sus locuras -pobre del que no-; locuras que cuando nos preguntan, nos esforzamos en explicar y en ser entendidos. ¡Y qué difícil razonar con lo que es irracional!

En el terreno de las aficiones, yo, como cualquiera, tengo un listado largo de actividades y cosas que me encantan, pero en el de las locuras, en el de las irracionalidades difícilmente explicables, el CB Murcia se lleva la palma. Por el CB Murcia he hecho muchos kilómetros, he echado muchas horas en la grada, junto a la radio, frente a la tele o en un puesto de prensa, con papeles y anotaciones y estadísticas; he hablado mucho y apasionadamente, y aún hoy lo hago. He hecho cosas que dan para mucha letra. El que me conoce lo sabe bien.

La manera de vivir esta locura del CB Murcia -dentro a su vez de mi locura por el baloncesto como deporte- ha ido cambiando con el tiempo, eso es evidente: en primer lugar, por unos sucesos poco agradables, sucesos que sé de buena tinta que ha habido quien ha falseado y manipulado de manera pérfida (desconozco el motivo que ha movido a alguien a querer dejarme a mí en mal lugar y a poner a algunas personas en mi contra, pero esto será objeto de otro artículo que tengo pendiente); pero también ha ido cambiando por cuestiones tan normales como la edad, la experiencia, la acumulación de responsabilidades... Hasta hace muy poco llevaba como abonado 22 años seguidos (si las cuentas no me fallan) y en ese tiempo no me había perdido más de diez partidos, siempre por cuestiones de fuerza mayor que escapaban a mi voluntad. En cada partido gritaba y animaba como un descosido, hasta casi perder la voz. He llegado a llorar en la derrota, y aun en algunas victorias. Y como yo, y mucho más que yo, mucha gente. Mucha, y desde hace mucho tiempo. De esa de "me quito el sombrero" por el amor que profesan a este equipo.

Todos estos alocados y todas estas alocadas por el CB Murcia elevamos la gravedad de nuestra locura con la enorme temporada que hizo el equipo la temporada pasada: un maravilloso 7º puesto al final de la liga regular; una memorable eliminatoria de cuartos de final del Play-Off por el título de la ACB frente al Real Madrid, el que luego sería campeón de liga y al que nuestro CB Murcia fue el único que puso contra las cuerdas, a sólo 40 minutos de ser eliminado; una histórica clasificación para jugar competición europea, la EuroCup; pero sobre todo, un carácter competitivo y un nivel defensivo que, por fin, nos hizo ser respetados por la liga, por los rivales y por los árbitros, tras muchos años de 'ninguneo' en el mejor de los casos.

Desde 1990, desde el primer ascenso a la ACB, jugar competición europea ha sido nuestro sueño. Lo veíamos como algo siempre lejano aunque alguna vez lo tuvimos a tiro de piedra. Otros equipos más jóvenes o de ciudades más pequeñas lo lograban, nos adelantaban por la derecha y nosotros nos preguntábamos, "¿cómo pijo lo habrán hecho?". Y más: "¿Qué se sentirá?". Pues bien, la temporada pasada se logró y este año, hasta la noche de este miércoles, lo hemos vivido. El CB Murcia ha jugado EuroCup y en su primera participación ha logrado pasar de la ronda previa y meterse en el 'TOP-16'. Esta noche, con el entrenador que nos hizo volar, echaremos pie a tierra y nos bajaremos de la competición. Calamaro dice que "todo lo que termina, termina mal", pero en esta tesitura, qué mejor que acabar con Fotis Katsikaris en el banquillo.

Considero que este CB Murcia - Lokomotiv es especial aunque ninguno de los dos equipos se juegue nada (los rusos ya están clasificados para la siguiente ronda y nosotros ya estamos eliminados). Es especial porque nuestra primera aventura europea se acaba y porque difícilmente volveremos el año que viene. Ahora tenemos un nuevo sueño, jugarla otra vez, y lo mejor de todo es que no pasa nada si no lo logramos, si no volvemos a disputarla jamás: aunque el futuro del CB Murcia sea acabar jugando en EBA, muchos estaremos a su lado con nuestras bufandas rojas y con nuestra locura, y todavía seguiremos diciendo "hasta pronto, EuroCup".

viernes, 3 de febrero de 2017

El anuncio del pollito

Muchas veces recuerdo escenas y diálogos de mis películas o series favoritas, esencialmente cómicas, cuando me encuentro frente a una realidad similar que las trae a mi mente. Y en los últimos meses, la escena de la que más me he acordado es aquella de Friends en la que Joey decide comprar un pollito. Para los que no la hayáis visto, resulta que un día Joey está en casa viendo la tele y en los informativos cuentan la problemática de los pequeños pollitos que a la gente le ha dado por comprar como mascotas, y que en su mayoría terminan muriendo a los pocos días. En la noticia la periodista insistía en que se trataba de una mala práctica que había que atajar, pero en ese mismo momento Joey pone el televisor en 'mute', agarra el teléfono, marca un número y dice: "¿Hola? Ustedes venden pollitos, ¿verdad? Es que estoy viendo un anuncio en la tele y son super monos.. ¡Quiero comprar uno!".

Sesudos analistas se devanan las entendederas intentando explicar el ascenso de Donald Trump hasta la presidencia de los Estados Unidos de América. La mayoría se echa las manos a la cabeza y desprecia al propio personaje y a sus votantes; a renglón seguido confunden todo y aluden al 'populismo' -costal donde vierten y mezclan todo tipo de harinas- y hacen comparaciones respecto a la derecha reaccionaria de Francia, de Holanda o de los ultraconsevadores británicos. En esos programas televisivos o radiofónicos y en esos editoriales o artículos de prensa escrita, le dan vueltas al molino una y otra vez, una y otra vez sin descanso. Se habla del peligro de Le Pen, pero le ponen el micrófono a Le Pen, y si Le Pen se tira un pedo, allí habrá un periodista para contarlo, del mismo modo que se ha contado todo lo que ha hecho Trump en su carrera hacia la Casa Blanca: lo bueno, si es que hubo algo bueno, y también lo malo, que de eso sí que sabemos que hay ejemplos a espuertas.

Se abren informativos y tertulias con estos asuntos y se les regalan horas y horas de programación de forma gratuita. Y claro, como la dura competencia vuelve esclavos de la audiencia a muchos medios, intuyo que creen que se trata de asuntos que despiertan una atención mayoritaria. Al final todo esto se convierte en una película de desastres al estilo de 'Gozilla', cuya atención mediática, naturalmente inclinada al morbo, ha de disparar los índices y elevar el precio por segundo de la cuña publicitaria.

Será porque desde siempre en casa hemos estado muy atentos a la realidad, o será porque además de consumidor de información, soy periodista, concedo mucha importancia y mucha responsabilidad a los medios de comunicación en las cosas que pasan; en cosas como la llegada al poder de Donald Trump o como la posible victoria de Le Pen en Francia, un triunfo ya anticipado, ya escrito por muchos medios. Viendo, escuchando y leyendo a algunos medios, no puedo evitar percibir el regodeo en el desastre que elevará las audiencias, en el cataclismo que ya ha pasado o en el que está por venir.

Hoy en día estamos expuestos a los medios constantemente. Además hay nuevas vías para recibir la matraca: cada periodista con cuenta de Twitter, y cada persona, periodista o no, con cuenta de Twitter, es como un medio de comunicación en sí mismo. Por eso me pregunto si los medios no tienen la obligación de ponerse al servicio del bien común vigilando de qué hablan y cómo hablan; poniéndose guantes de látex y tratando con un cuidado escrupuloso la forma en la que cuentan lo que pasa. Tengo la sensación de que realidad y ficción están más mezclados que nunca y de que el espectáculo, el morbo y el entretenimiento han poseído a los medios de comunicación y a la información que nos transmiten. Hay series de televisión cada vez más hiperrealistas que plantean una ficción muy creíble, y programas informativos cada vez más hiperficticios que plantean una realidad muy 'cartompiedrizada'.

Me pregunto: ¿No deberían los medios silenciar a los agentes que amenazan la democracia y que hacen bandera del odio, de la xenofobia, del machismo, de la desigualdad, de la intolerancia o de la violencia? Creo firmemente que existe una gran diferencia entre informar y regodearse en la información. Las formas son importantes y las formas se han perdido. Se ha perdido el rigor.

En Friends, Joey fue derivando del rol de ligón y mujeriego que tuvo al principio de la serie, al de 'tontico' o simple, terminando muy pronto por combinar ambas 'cualidades' en su persona de eterno aspirante a actor famoso. Como un Sancho Panza actual, a veces dejaba a sus amigos pasmados con su sentido común y sus razonamientos, y otras tardaba un buen rato en entender algo elemental. En fin, se trata de ficción, y a partir de rasgos muy básicos los guionistas van llevando al personaje por donde más conviene a la historia. Eso sí, Joey, como Sancho Panza, siempre fue presentado como leal y buena persona, y creo que así somos la mayoría de ciudadanos: buenas personas. Resalto esto porque, de las reflexiones que aquí planteo, podría deducirse que nos tengo a todos por idiotas que nos tragamos cualquier mierda y que nos dejamos influenciar, y no se trata de eso.

No señalaré cuáles son los discos ni los libros más vendidos, ni los programas de televisión más vistos, ni hablaré de los comentarios de los usuarios que "adornan" muchas noticias en los medios digitales y que hacen que se te caiga el mundo a los pies. Eso son porciones de la realidad y no la realidad en su conjunto, y por eso no podemos decir que todos los estadounidenses son idiotas porque Trump haya ganado las elecciones. A Trump le votó menos de la mitad de las personas que votaron, pero es que las personas que votaron tampoco son todos los estadounidenses. En lo que me quiero fijar es en la información, en el periodismo que estamos haciendo y consumiendo y en la parte de responsabilidad que tenemos los periodistas y que tienen los medios para influir en una parte del electorado. Sí, existe un contexto social, económico y cultural; existe una nefasta gestión política y un sistema injusto a nivel mundial que ha ahondado en la desigualdad. Existe un descontento justificado y existen diferentes maneras de afrontarlo y de darle solución, pero desde los medios de comunicación hay que desenmascarar a elementos como Trump o Le Pen y cortarles el paso, en lugar de adoquinarles el camino hasta la cúspide y luego preguntarnos qué es lo que ha podido fallar. Trump ya está en el poder; evitemos repetir los errores con Le Pen y dejemos de adelantar su victoria.

Crisis de valores y de sistema.