El término ‘publiacidez’ lo
inventaron los de Martes y Trece para uno de sus gags. Y cierto banco que hoy
publicita sus planes de pensiones de ese modo, te diría que si conoces esa
palabra, debes ir pensando en suscribir un fantástico plan de jubilación. La
publicidad te dice que tienes que asegurar el futuro, como si eso fuera
posible. La publicidad te pone a un viejo diciendo que busques un plan de
pensiones sin comisiones, y luego te dice que escuches a los sabios. Como si
ellos fueran sabios. La publicidad te mata las neuronas que te quedan,
directamente.
La publicidad me da acidez, no sé
si se ha notado en el primer párrafo. Recuerdo indignarme muchas veces y desde
hace muchos años con ciertos anuncios. Por citar un par de ejemplos antiguos,
estuvo aquel anuncio del gel Sanex en el que una embarazada, con una esponja
jabonosa, se lavaba su oronda panza haciendo suaves círculos una y otra vez, una
y otra vez, mientras una dulce ‘voz en off’ femenina cantaba las virtudes que
habría de tener el incipiente bebé: “Será alto, será rubio, tendrá los ojos
azules… Y la piel, sana”. Le faltó añadir que su nene invadiría Polonia y
aniquilaría a todos los bajitos, los morenos y los aquejados de algún problema
dermatológico, seres claramente inferiores al ario superbebé-Sanex. Hubo
protestas y el anunciante retiró el anuncio, pero ahí quedó esa perla del
publicista. Gallifante. ¿Conoces la palabra Gallifante? Retrocede al primer
párrafo de esta entrada y suscribe un plan de pensiones.
El otro ejemplo antiguo que me
viene a la mente es el de aquella campaña de Fortuna (la tabaquera, no el
pueblo), en el que incitaba a comprar sus cigarrillos apelando a la conciencia
social, pues el 0’7 de cada venta se destinaba a financiar el trabajo de diversas
ONG’s (creo que sin especificar cuáles, a saber si era verdad). En los carteles
que adornaban las vallas y las paradas del bus, se completaba el mensaje con
una gran imagen de un chaval o chavala de buen ver, en plano medio y creo
recordar que en blanco y negro (por aquello del dramatismo), con cara y gesto
de joven comprometido. ¿Nos implicamos porque fumamos? ¿Fumamos porque nos
implicamos? Y más: ¿Estamos muy buenos porque fumamos y nos implicamos? Pero,
¿de qué iba esa mierda? He puesto dos ejemplos antiguos, pero desde aquellos
años hasta hoy, la lista de basura publicitaria no ha hecho más que crecer. Es
interminable. Una clasificación muy personal de publicidad perniciosa puede ser
ésta:
-Hay publicidad mala en cuanto a
su calidad, que te revuelve las tripas por lo insoportable, chabacana y
pachanguera que es: Se me ocurren los anuncios de radio de Verti Seguros o los
de Mediamarkt. En esta categoría incluyo aquellos en los que claramente ves que
no se han estrujado mucho el tarro, y entonces me imagino una gran mesa ovalada
en el ojo de una enorme tormenta de ideas publicitarias, y un espabilado
levantando la mano y diciendo: “’Pos’ que digo yo ‘de que’ podíamos poner un
montón de gente atractiva bailando y saltando, con una música pegadiza…”. Aplauso,
dos orejas y el rabo. Si puede ser, la música será una versión actual de alguna
canción clásica y conocida cantada a coro por la peña… Canción que, de ese
modo, quedará degradada, maldita y perdida para siempre: vale desde el cuarto
movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven hasta el ‘Come Together’ de los
Beattles. Y la muestra de esto es un sinfín de anuncios de compañías de
telefonía, expertos como ellos solos en crear truños y joder clásicos musicales.
Se conoce que no nos tangan suficiente dinero como para hacer mejores anuncios.
-Hay también publicidad mala por
estomagante y pretenciosa, y en ese lote meto cualquier anuncio en el que se
hace ostentación de un lema en idioma inglés: ‘Perfectly you’, ‘Connecting
people’, ‘What else?’ y miles de ejemplos más. En los últimos tiempos también
se han incorporado los lemas en francés, sobre todo para estética y perfumes:
J’adore, Merry Clinique… Y en alemán para coches y tecnología: Das Auto. Me dan
mucha cosica. ¿No saben español? ¿Qué tiene de malo un lema en nuestra lengua
madre? Aunque ni hablando español, el español respetan: Hay más de un anuncio y
más de dos en los que se atropella nuestro idioma.
-Pero para mí, la palma de oro se
la lleva la publicidad que difunde plagas sociales como el machismo (la mayoría
de los anuncios de juguetes y de productos de limpieza son así), la
subvencionada por nosotros mismos (anuncios del Gobierno de España sobre cosas
que ha hecho el Gobierno de España, pagados con el dinero de la gente de
España), y la claramente mentirosa: la que trata torpemente de vestir de
cordero al lobo, la que manipula aún más de lo tolerable, y que tiene como
principales clientes a los bancos y las grandes compañías. En esencia, me
refiero a la publicidad sin ningún tipo de límite ético, sin valores y sin
vergüenza. La publicidad que nos incita a gritar aquello de “dime de qué
presumes y te diré de qué careces”.
Un ejemplo cercano de esto que digo es el de una petrolera española. No sé si visteis el programa de Salvados (La Sexta) dedicado al oligopolio energético de nuestro país. Ahí se daban motivos para mandar a tomar por el culo a todas las eléctricas y las petroleras juntas, y entre ellas, a la mentada. Pues bien, pocos días después escuché anuncios en radio y vi anuncios en prensa y televisión sobre lo buenos que son, y las ayudas que dan a los jóvenes, y sobre sus planes de formación. ¿Se ha deteriorado la imagen del Imperio? Pues entonces el Imperio contraataca.
Otro
ejemplo claro e indignante es el rumbo adoptado por la publicidad de los
bancos. Ahora resulta que los bancos son maravillosos. Los bancos nos ayudan mucho,
y se anuncian juntando a varias personas que han encontrado empleo gracias al
dinero que les han dado a los pequeños empresarios, y los sientan en círculo y
filman su conversación, su alegría de vivir y trabajar. Sí, con un par, los
bancos, cuya actividad anti-personas y pro-capital nos ha arruinado, nos ha
tocado el bolsillo y nos ha costado derechos, ahora nos toman por idiotas. Los
bancos de hoy se anuncian apelando a lo humano, y dicen defendernos, y dicen estar
a nuestro lado e incluso fomentar la investigación y el pensamiento. Hay uno
que ha hecho unos anuncios acongojantes: Un auditorio negro, geométrico y
minimalista, una luz dramática como el claroscuro barroco, un montón de
personas perfectamente sentadas y atentas, y frente a ellas, un atril y un
experto dando una conferencia o no sé qué hostia. Creo que es un científico, no
he prestado atención a eso. La versión para cartelería contiene imágenes
ampliadas de las manos del conferenciante en el atril, y una señora de fondo
mirando hacia arriba, como la Dolorosa de Salzillo, admirando con interés al
experto parlante. Los bancos presumen de aquello de lo que carecieron en el
pasado reciente, y de lo que aún hoy carecen. Y derrochan poca vergüenza como
antes derrochaban nuestro dinero. Gallifante para el publicista.
Hay publicidad que reúne varias o
incluso todas las características de los grupos que he descrito: Publicidad
pachanguera, pretenciosa y moralmente reprobable. Y por último, destacaría la
publicidad que tiene relación con la infancia, bien por servirse de niños o
bien por estar dirigida a ellos. Aquí abogo por la prohibición, para qué voy a
mentir. Yo prohibiría totalmente la publicidad para niños en canales de
programación infantil, y también en el resto de canales en horario infantil. La
Constitución Española y las leyes de nuestro país protegen especialmente a los
niños, como debe ser, y los niños no son consumidores. Los niños son niños, no
compran, están aprendiendo a ser buenas personas. Inyectarles el consumismo, la
banalidad y el egoísmo con la aguja hipodérmica de la publicidad me resulta
repugnante, pero mirad, sobre este tema creo que no se ha hecho nada. Y usarlos
en anuncios de productos para adultos… Me salen sarpullidos al escuchar a dos
pobres críos hablando como adultos en un anuncio sobre la cantidad de megas que
tiene el ADSL de sus papis, o pidiéndoles a sus papis que se hagan de la mutua
de los cojones, o que se compren un coche que es muy caro pero en el que puedes
vivir estupendas aventuras… Tanto desea ese coche el niño de un anuncio, que es
capaz de levantarse de la cama y colarse en casa del vecino, que sí lo tiene, y
de hablarle como si fuera su padre.
No todos los anuncios son basura:
los hay ingeniosos, limpios, honestos, pero creo con tristeza que son los
menos. Y de hecho, hay algunos que son tan buenos, que al final la gente no
recuerda ni qué anunciaban. A lo mejor popularizan una frase o una idea divertida,
pero nadie sabe qué anunciante había detrás. Incluso es posible que, en este
mundo nuestro, a los publicistas les traiga a cuenta hacer mierda, y si puede
ser, crear polémica. Tampoco digo que la publicidad no haga falta, porque en
elevado porcentaje, contribuye a sostener gran cantidad de medios de
comunicación. Pero luego también se ha dado que las empresas anunciantes presionen
a un medio para controlar sus contenidos bajo la amenaza de retirar su
publicidad.
Y al final, sucede en esto como
en otros tantos asuntos: somos nosotros, los humanoides, los que hacemos y
toleramos estas cosas. Criticamos a las religiones, a los políticos, a los
periodistas o a los publicitarios, pero somos nosotros mismos los responsables
de perpetrar sus peores actos, o como mínimo, de consentirlos. Los efectos
negativos de la publicidad son enormes porque tienen máxima difusión, y con
ella, se contribuye a magnificar la podredumbre, y por eso mismo podría
contribuir a erradicarla. Si la publicidad refleja todo lo que somos y todo lo
que no somos, nos queda mucho trabajo por hacer, tanto en la sociedad como en
las aulas donde se forman los futuros publicistas. Gallifante para nosotros.
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