miércoles, 30 de abril de 2014

Desarrollatrasados

Estamos desarrollatrasados. El "palabro" también se puede emplear con el verbo "ser". Me ha venido a la mente al reflexionar sobre ciertos progresos que en realidad creo que son atrasos, porque cuestan más de lo que valen. No es oro todo lo que reluce y no es desarrollo todo lo que se viste como tal.

Por ejemplo, aquellos que viven en el Sur y Sureste de España, mirad vuestras casas: Pasamos de tener que poner la calefacción a tener que poner el aire acondicionado en sólo unos días. ¿Esto ha sido así siempre? Nos hemos acostumbrado al aire acondicionado y a la calefacción y nos parecen un avance irrenunciable, pero el ser humano ha vivido y sobrevivido miles de años sin tales inventos. En un momento dado, seguramente esos inventos habrían sido bien recibidos por nuestros antepasados; en días especialmente fríos o brutalmente calurosos, quizá les habría encantado calentar o enfriar sus casas con sólo pulsar un botón. Sin embargo, al saber que después les iban a venir unos señores a final de mes para quitarles gran parte de sus reservas de comida como pago, tal vez ya no les gustaría tanto la cosa. Y por supuesto, aunque sus hogares tuvieran otros inconvenientes (pienso en la falta de agua corriente, del WC o hasta del bidé; eso si son avances), justo la falta de aire acondicionado no sería de los más acuciantes. A mi modo de ver, antes existía un sentido práctico en la edificación que estaba basado en la lógica, en el sentido común, en un concepto que aprendí mientras documentaba uno de los reportajes de Sawar Murcia, y que me llegó de la mano del profesor Campesino Fernández: el equilibrio forma-función. Un equilibrio sin excesos, y por tanto, bello en sí mismo, en su pura utilidad. Las casas estaban construidas con unos materiales adaptados a su entorno, de manera que fueran capaces de mantener una temperatura apropiada; de evitar lo malo y potenciar lo bueno del lugar en el que se levantaban. Esa es la imagen que tengo en mente, lo mismo me equivoco. Desde los años 60, en España lo hemos fiado todo a la construcción (a la especulación inmobiliaria, más bien); nos hemos fundido nuestra industria y nuestra agricultura porque a muchos les traía cuenta construir pisos en su bancal antes que enriñonarse cultivándolo: la diferencia de ganancia era abismal. Pero, ¿cómo hemos construido? Hasta eso hemos hecho mal siendo casi lo único que hemos hecho. Materiales inapropiados, sacados de contexto y puestos en lugares donde no se dan las condiciones climáticas más convenientes para su uso. Pésimo aislamiento térmico y acústico, nula sostenibilidad ambiental y energética. Ventanas y puertas de mierda.

Cuando alguien dice algo como lo que estoy diciendo, cuando se señala que hay avances que son absurdos, siempre llega otro que te acusa de ser poco menos que un amish, un miembro de esas comunidades de Filadelfia que se niegan a usar nada tecnológico o electrónico. No se trata de eso. Si alabamos la noria y el molino de agua o el de viento, que aprovechaban las fuerzas de la naturaleza para moler el cereal, o si hacemos un homenaje al humilde botijo que mantiene el agua fresca en su tripa de barro sin necesidad de conectarlo a la corriente, se nos tacha de hippies colgados. Yo no rechazo todo el progreso, sólo aquel que en realidad, y a mi modo de ver, es un atraso. Usaré un símil lingüístico: Fernando Lázaro Carreter solía decir, en su infatigable lucha contra la tontuna y el desconocimiento idiomático, que los extranjerismos y los neologismos no son malos en sí mismos, que sólo son malos cuando resultan innecesarios por existir ya una palabra española que designa a la cosa que tratamos de rebautizar (o que queremos vestir con una lengua extranjera para darnos el pego de políglotas). Pues esto es igual: si existen formas ancestrales y aún útiles de mantener el equilibrio entre forma y función en nuestras edificaciones, y si además esas formas se pueden aderezar con avances tecnológicos que mejoren la eficiciencia energética y la calidad de vida, y sin con ello nos ahorramos el uso del aire acondicionado y de la calefacción, ¿qué cojones hacemos construyendo como el culo y pagándole una pasta a las compañías eléctricas? En estos casos no me cabe otra explicación: Somos unos desarrollatrasados.

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Crisis de valores y de sistema.