viernes, 23 de marzo de 2012

Lluvia

  • Que te guste la lluvia siendo padre en edad de criar, tiene mérito:

Lo digo porque el agua que cae del cielo no es que facilite la labor de reparto y entrega de hijos en colegios. Sus efectos negativos se multiplican por cada uno de los niños que tengas que transportar. Pongamos que tienes dos hijos, que uno va a un colegio y el otro va a una guardería. Pongamos también que no tienes más remedio (maldita sea tu estampa) que ir en coche porque uno de los centros de enseñanza está más lejos y porque luego tienes que ir a trabajar. Pues bien, sal de casa; mete a los niños en el coche, quítales los abrigos y ponles en cinturón; entra tú en el coche, quítate el abrigo y ponte el cinturón; conduce hasta el primer colegio, llega y aparca; ponte el abrigo, coge al paraguas y sal del vehículo; saca el carricoche y pregúntate: ¿con qué mano lo abro?; deja el paraguas sobre el coche y abre el carricoche mientras te mojas; sigue mojándote un poco más para desplegar el plástico-burbuja con el que debes cubrir el carricoche; abriga al primer niño, sácalo del coche y siéntalo en el carricoche sin que le caiga ni una gota de agua; luego haz lo propio con el segundo niño. Ya puedes sujetar el paraguas con una mano y hacer un esfuerzo para mover el carricoche doble con la otra, mientras las gotas que previamente has recibido resbalan por tu cara. 

La lluvia sigue cayendo. Bendice al que ha aparcado justo sobre a la rampa de la acera; bendice al que pasa a toda leche por la calle, pisa un charco y te salpica; bendice a otro que tiene prisa y que hace sonar el claxon como un poseso; llega al colegio número uno, deja al primer hijo y regresa a tu vehículo. Mete al segundo niño, quítale el abrigo, ponle el cinturón; deja el paraguas sobre el coche y mójate mientras quitas el plástico-burbuja, pliegas el carricoche y lo metes; coge el paraguas, ciérralo y métete en el coche; quítate el abrigo, ponte el cinturón y conduce hasta el colegio número dos. Cuando repitas la operación de reparto y el segundo niño esté en su cole, ya podrás entregarte con alegría a la tarea de llegar al trabajo y buscar aparcamiento en las inmediaciones, pero antes de eso, disfruta del trayecto. Disfruta de los conductores que creen que el hecho de que llueva es como un "living-la-vida-loca". Creen que cuando llueve no hay normas de tráfico, que todo vale menos el semáforo en rojo y la buena educación. Cuando llueve las rotondas son un concurso para ver quién es más idiota, y los idiotas se lo toman muy en serio. Siempre ganan. 

Tiene mérito que sea padre en edad de criar y me guste la lluvia. Me gusta hablar de la lluvia a mis hijas, de lo bien que huele la tierra mojada, y ver cómo cae el agua del cielo y moja las calles, ver las ramas de los árboles reverdecer, el aire limpiarse. Me gusta explicarles ese fenómeno tan natural y cada vez menos frecuente. Pero no quiero pensar en la frecuencia, no lo pienso, no me quiero preocupar más. Prefiero disfrutar de la lluvia cuando viene aunque me cale entero, aunque me enfade con los conductores idiotas y aunque me cueste un trancazo como el que ahora cargo. Cuando llueve por la mañana y al fin llego al trabajo, y sé que mis niñas están en sus respectivos colegios aprendiendo cosas, y que el ciclo de la naturaleza todavía sigue su curso, me digo: ¡Cuánto me gusta la lluvia! 

Imagen: fotowaton.blogspot.com.es

  • Triste y olvidado como un paraguas en Murcia:

Es cierto que en Murcia tradicionalmente llueve poco, aunque en estos tiempos llueva aún menos. Emprendedores, que tanto se habla de vosotros aunque nadie sepa dónde estáis, os doy un consejo: no pongáis una fábrica/tienda de paraguas en esta ciudad, como una que vi en un barrio londinense hace tiempo: pedazo de megatienda de paraguas, tronco. Aquí no, eso no tendría éxito. O bueno, quizá sí. Pobretico ser paraguas en Murcia y sentir que se te tiene tan poco aprecio. No es nada personal, es que llueve poco. A veces lo cogemos antes de salir de casa, en un arranque de optimismo, y luego no cae nada, y tenemos que cargar con él todo el día. Otras veces el paraguas murciano se queda en casa, y salimos y nos cae la del pulpo. ¿Qué pensará el paraguas entonces, ahí, solo y seco? "Me cago en la puta, pa una vez que llueve y el jilipollas éste se va sin mí". Menuda oportunidad perdida, pensará, pero no sé qué es peor: otras veces amanece lloviendo, nos acordamos de cogerlo y allá que sale el paraguas murciano de su armario, más a gusto que un arbusto, y luego a media mañana deja de llover y nos lo dejamos olvidado donde estemos: en la caja de ahorros, en la consulta del médico, en un museo, en un bar... "Eso es lo que me quiere, el tío... Así me paga que le proteja de la lluvia", se dice nuestro paraguas en una triste papelera reconvertida en paragüero. "Me deja en la basura", piensa. Ahora que sale el tema, otro consejo para emprendedores: peor que abrir una tienda de paraguas en Murcia, es abrirla de paragüeros. Aquí lo que se lleva es la papelera reconvertida, con o sin bolsa y con o sin residuos previos. 

El paraguas de Murcia suele romperse. Se conoce que de estar tanto tiempo en el armario, rozándose con todo, cayéndose cada vez que sacamos el abrigo (otro pobretico de la vida murciana), sufriendo los juegos de algún niño... Al final se le saltan las varillas, se casca. En eso el paraguas murciano no puede tener queja, que aunque se nos rompa, no lo tiramos. "Me puede venir bien", pensamos, pero a quien no le viene bien es a la persona a la que le sacas un ojo caminado por la acera. Yo no es que sea muy alto, pero vamos, estoy por encima de la altura media y por eso existe un riesgo potencial de que me saquen un ojo con la varilla de un paraguas defectuoso. En Murcia no sabemos llevar paraguas, no estamos acostumbrados y luego pasa lo que pasa. Otro aspecto de los paraguas locales en el que me he fijado es que suelen ser feos de cojones. En otra entrada de este mismo blog, la que dediqué a Roma, hablé de mis paraguas. Tengo ejemplares del estilo murciano, sobriamente sosos y feos, y tengo de los italianos turísticos, decorados con cuadros de Boticelli y de Rafael. Son mis favoritos pero son pequeños y no muy buenos. Se rompen con mirarlos. En los últimos años se suman a la colección los paraguas de color rosa y de Hello Kitty. No tengo reparos en pasearme con ellos, he aprendido a apreciar el color rosa. Aunque eso sí, su tamaño da para cubrirme la mano, un hombro y media cabeza. ¿Y qué más da? Con trancazo o sin él, también da gusto mojarse.


  • Alquilo mi ventana:

Un leitmotiv del cine universal es el tío o la tía melancólicos mirando la lluvia a través de la ventana. Alguien, en algún momento y lugar, pensó que la escena tendría una potente fuerza evocadora; que ver el careto triste del personaje y el agua resbalando por el cristal sería hondamente emotivo. Lo que sorprende es que nadie dijera: "macho, es imposible que ese caso se dé en la vida real, al menos en España". Siempre te saldrá alguien gritando "¡Baja la persiana, que se mancha el cristal!", y "¡Cómo se nota que tú no tienes que limpiarlo!". Sin duda, toda la emoción y la tristeza se desvanecerían al instante. "¡Déjame, coño, que estoy triste!"... Nada, ya se nos ha chafado la escena. Y de esa misma escena también se han hecho parodias en el cine, por supuesto, algo que viene mucho mejor. En cualquier caso, si alguien está triste, y ve que se va a poner a llover y que a lo mejor le apetece mirar el agua resbalando por un cristal, que me avise. Alquilo mi ventana. A mi mujer no le hace gracia, pero yo le he dicho que me reservo una para tal menester. Triste o no triste, el caso es que me gusta ver llover. No me importa tanto que se moje el cristal como que me moje yo. La única pena es que no llueva más, así que desde la perspectiva de un murciano, la escena melancólica debería ser otra: ver el careto triste de un tío o de una tía mirando cómo el sol abrasa el cristal.

  • La mejor nana:

Me encanta que llueva por la noche y escucharla desde la cama. La lluvia es la mejor nana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario


Crisis de valores y de sistema.