sábado, 14 de abril de 2012

Revisión sardinera

Con los años y la experiencia, he ido sometiendo a revisión algunas de las ideas que tenía en mi disco duro desde que era pequeño; he desechado unas y reforzado otras. Algunas de mis ideas han acabado en la basura y a otras las he grabado en mi bandera. Y más que tendré que tirar, y más que tendré que grabar. El rango es amplio y abarca desde los gustos más simples hasta los esquemas mentales básicos. Por ejemplo, muy atrás ha quedado mi pasión por la playa, por el verano y por el calor. Muy atrás se quedó mi adoración por los coches. Atrás se va quedando mi gusto por el bullicio de la ciudad. Hoy me quedo con la lluvia, contemplada a cubierto y con un café en la mano, si puede ser. Me quedo con la vista de una montaña llena de árboles, con el otoño y con un poco de fresquete. Con la tranquilidad y con el silencio. Cualquiera dirá que se me nota la edad... Bueno, también dicen que con los años uno se hace más conservador, y yo puedo decir que nunca lo he sido, pero que ahora lo soy menos. No me explico cómo se acomodan algunas personas cuando se hacen mayores... ¡Debería ser todo lo contrario! Por nuestros hijos y sabiendo lo que sé, ahora soy más rebelde que antes (aunque sólo sea de palabra, me cago en todo).

En el catálogo de cosas menos trascendentes en las que he cambiado, ocupa un lugar la fiesta de "El entierro de la Sardina". De pequeño me encantaba, y torturaba a mi padre para que, bolsa en mano, me pillase unos juguetes. Ahora sólo quiero huir en dirección contraria. No es mi intención ofender ni convencer a nadie, esta entrada es la simple exposición de mi pensamiento. He crecido y he visto el mamoneo de la aristocracia organizadora de esta fiesta. He visto a quién se elegía Doña Sardina (básicamente modelos guapas y famosas) y Gran Pez (básicamente periodistas de éxito en medios conservadores). He visto hordas de personas sin cultivar tomando mi ciudad, campando a sus anchas por los bares de las tascas, buscando gresca y encontrándola, generalmente con personas más o menos cultivadas que sólo quieren bailar un rato. He visto a empresarios respetados en estado de embriaguez colocando pegatinas en las pecheras de las mujeres que transitan por la calle. He visto cosicas que me repelen, y claro, seguro que diciendo esto cometo alguna injusticia; no lo sé, pero quizá hay quien vive esta fiesta de otro modo. Me alegro, que la disfrute. A mí El Entierro de la Sardina no me gusta, pero la fiesta nunca está de más y todo es cuestión de cómo te lo montes.

Ahora voy a contar una anécdota al respecto del Entierro de la Sardina, para que no se quede ésto tan áspero. Cuando trabajaba en el Museo Arqueológico de Murcia, un mañana de nuestras Fiestas de Primavera (ya se había pasado el Bando de la Huerta, así que sería miércoles, jueves o viernes) se acercaron unos ingleses al mostrador para formularme algunas preguntas de turista curioso (un guía siempre agradece el interés de un visitante amable). Querían saber cosas sobre los musulmanes que fundaron Múrsiya, sobre la huerta, sobre la gastronomía y sobre la semana de fiestas que se estaba celebrando; lo normal. Antes de irse, uno de ellos me preguntó el motivo de que la gente fuera por la calle "con esos trajes tan extraños". Yo automáticamente pensé en las barracas y en las peñas huertanas, como si no hubiera nada más en Murcia durante esos días, y les expliqué que esos trajes eran las ropas tradicionales de los murcianos de la huerta. Les vi sorprendidos, casi patidifusos. Con mi inglés, que es bueno pero que algunos días depende mucho de la inspiración, incidí en mis explicaciones y las acompañe con gestos: "es el traje que llevaban los murcianos para trabajar en la huerta". Después de unos segundos más de perplejidad, sonrieron, me dieron las gracias y enfilaron la salida del museo. Entonces el extrañado fui yo: "¿Por qué les cuesta tanto creer que los refajos y los zaragüelles formen parte de la vestimenta tradicional de Murcia?". Les seguí con la mirada, y cuando ya estaban abriendo la puerta de cristal del museo, vi pasar por la avenida de Alfonso X el Sabio un montón de sardineros con sus pitos y sus capas, con esos tejidos sedosos y brillantes como las ropas de Rappel, con sus cubatas en la mano y sus silbatos en la boca, abrazados de dos en dos y bailando al ritmo de alegres tonadas. "¡Ay, la hostia!", comprendí. Si alguno de vosotros va a Reino Unido, y decís que sois de Murcia-España, y un inglés os dice que ha estado por aquí y que menudos trajes llevan los huertanos, y que vaya canciones populares más raras (Shakira, Zapato Veloz y Ricky Martin), habréis encontrado a mis turistas.

En fin, que viva la fiesta, que viva siempre, pero yo sigo prefiriendo el Bando de la Huerta. Lo prefiero aun pesar de los excesos etílicos de críos a medio cultivar, de las ambulancias y de los de las motos de gran cilindrada. En una noche como la de hoy, mi único interés es refugiarme en casa y que salga el sol por Antequera.

Para acabar, hoy meto a Jaime Urrutia y su "¡Qué barbaridad!". Por los clavos de Cristo, no paran de salir noticias que me dejan de piedra.



4 comentarios:

  1. Sin ánimo de ofender...
    Hay otra lectura a lo de tus turistas. A poco que en el hotel le explicaran algo más podrían poner en duda tus conocimientos.
    Para bien o para mal, el Entierro forma parte de la "cultura" del pueblo murciano y como tal debemos estar informados para que la crítica suene más objetiva (aunque supongo no es tu intención). Y que conste que ni lo defiendo ni lo apoyo. Simplemente en tu entrada echo de menos el lado objetivo o, en defensa del "movimiento sardinero", una visión más cercana a las personas que lo vivan de cerca.
    De no ser así, ¿no podríamos decir lo mismo de la Semana Santa y "esos raros trajes de los nazarenos"?

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    1. Ahhh, "mosca cojonera" era por ésto, jeje... Bueno, este blog es un batiburrillo y quizá debiera señalizar de algún modo las entradas de "opinión" y las de, digamos, "información" o "análisis". En la opinión, es que no busco ser objetivo, evidentemente, jeje... No pretendo defender a los sardineros y tampoco atacarles. Expongo mi visión sobre esa fiesta, y creo que de manera bastante tibia para no ofender a nadie. De hecho, lo repito en el artículo: al que le guste, que se lo pase pipa y olé. A mí sencillamente no me gusta y uso algunos argumentos tan válidos como los que tendrán los que disfruten con el Entierro de la Sardina. En esos términos, no es un tema que dé más de sí, lo sé, jeje. Besics.

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  2. Y ahora debo añadir que un sardinero conocido de mi mujer, muy amablemente, le ha dado unas cuantas cosas a mis hijas, unos cuantos regalicos del Entierro, y las crías están encantadísimas. Sobre todo la mayor, que ha flipado, jaja... No hay nada que resista a la ilusión de un niño, y siempre que puedo y me acuerdo, procuro ver las cosas a través de los ojos de mis hijas. De ese modo también he vuelto a plantearme cosas que ya me había planteado y replanteado, jaja...

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  3. Pienso como tú, no me gusta nada esta fiesta, por muchas raices, o pocas, que tenga en relación a la cultura murciana. No me gusta ni por las formas, ni el fondo. Será que no llego a entenderlas, al no ser de aquí. Y la sorpresa de ese matrimonio, la tuve yo misma cuando fui testigo de estas festividades, por primera vez. Sorpresa y rechazo.

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Crisis de valores y de sistema.