miércoles, 25 de abril de 2012

Es el momento de la bicicleta

Cuando analizamos una situación engorrosa o que produce efectos negativos, y vamos tirando del hilo y enlazamos varias circunstancias que son a la vez causa y consecuencia, solemos zanjar nuestra argumentación con una sentencia muy popular, con una frase lapidaria que nos sume en el desánimo y/o nos encoge de hombros: "ésto es la pescadilla que se muerde la cola". Hoy en día nos vemos rodeados de muchas pescadillas que se muerden la cola, y parece que lo hacen de manera irremediable; que no se puede cambiar nada, que la pescadilla es ajena a nosotros. En muchos asuntos públicos la pescadilla somos nosotros, pero sólo parcialmente. A la totalidad se suma la clase dirigente, la que rige los destinos colectivos de forma particular olvidándose de representar al pueblo; justificándose en la representatividad de su cargo para no representarnos en nada. Ellos gobiernan y administran, y tienen una gran responsabilidad, pero todos (ellos y nosotros) deberíamos abrirle la boca a la pescadilla y decirle que busque otro bocado más provechoso. El fin de esta entrada, como informa su título, es la bicicleta y su momento, justo este momento. Creo que estamos en el momento de la bicicleta en Murcia. El escaso uso de la bici en nuestra ciudad se solía (y se suele) explicar como una concatenación de hechos al estilo pescadilla: la gente no coge la bicicleta porque es peligroso, así que decide coger el coche, pero cuantos más coches haya por la ciudad, más peligroso será usar la bici. ¿Qué hacemos? Hay que abrirle la boca a la pescadilla y soltarle la cola.

En los últimos años, el ayuntamiento ha hecho algunos kilómetros de carril-bici en avenidas de nueva factura, en zonas periféricas y en algunos lugares totalmente inhóspitos (aunque esos metros contabilicen con igual valor en su ego, como demostración "autobombística" de su fomento de la bicicleta). En otras calles han manchado un poco el asfalto con esa pantomima llamada "calzada compartida", lo que me llena de perplejidad: el espacio que hay entre las calles con calzada compartida y aquellas que tienen carril-bici, ¿cómo lo recorre una bicicleta? ¿Volando? También han creado una especie de programa municipal de alquiler de bicicletas, agotando las unidades en tiempo récord (y por cierto, yo a penas las veo por la calle; espero que no estén cogiendo polvo en el trastero de las casas de la playa, porque hubo gente que se quedó sin bici y de verdad la quería para desplazarse por Murcia). Otra acción ha sido colocar unos aparcamientos-VIP de bicicletas; no los clásicos palos puestos en el suelo, sino los que tienen paredes y techo y una cerradura. Existe el plan municipal de marcaje de bicicletas, previo pago, para asignarles un código y disuadir a los cacos. Y hubo una acción más, meramente estética y propagandística, excéntrica o al menos incomprensible, que fue la colocación de una bicicleta luminosa coronando la decoración navideña de un árbol en la Plaza Díez de Revenga. Añado que estas acciones no me parecen mal en sí mismas, pero son insuficientes. No responden a una apuesta seria y decidida por la bicicleta como medio de transporte urbano, por mucho que se engloben bajo la pomposa palabra "Plan". Si el plan persigue fomentar el uso de la bici, dicho plan no tiene ruedas.

No siempre puedo ir en bicicleta. Cuando tengo que transportar a mis dos hijas antes de ir a trabajar, me veo obligado a coger el coche, y una vez que las he dejado en sus respectivos colegios, me veo obligado a cargar con mi vehículo motorizado y a soportar atascos, zona azul con sus correspondientes multas y gasto en combustible. Y me veo obligado a contaminar, algo que me molesta profundamente. ¿Es eso libertad? En los semáforos miro a mi alrededor y veo las caras de los otros conductores, tan hastiados y malhumorados como yo. Entonces veo pasar a alguien en bicicleta y siento envidia: eso sí es libertad. El ciclista no suele tener cara de enfadado, por algo será. Como mucho, tiene cara de concentración para evitar que lo limpie un coche, un autobús o uno de esos motoristas nerviosos que piensan que los carriles no son cosa suya. El ciclista va concentrado, dando pedales sin excesivo esfuerzo por una Murcia llana y benévola: no tiene las cuestas de los Alpes y, en parte por desgracia, tampoco tiene la lluvia de Amsterdam, la ciudad en la que vi por primera vez un uso masivo y alegre de la bicicleta con el hándicap de un clima hostil. Murcia, ciudad de la bici; pues sí, perfectamente, sin problemas, pero hay que hacerlo. No sé si es porque de un tiempo a esta parte me fijo, pero hay mucha más gente en bici que antes; gente de todo tipo, desde ejecutivos (como en Londres, la primera ciudad donde vi tipos trajeados en bicicletas, con sus documentos en alforjas), a estudiantes, personas mayores, padres y madres con sillitas de niño, etc.

Veo muchos ciclistas, cada vez más, y percibo que no existe un orden, que la ausencia de un verdadero plan nos está llevando al caos o, como poco, a situaciones tensas. Con un carril-bici en condiciones, ¡es todo tan simple! Pero sin él, la cosa se complica. Cuando voy en bici, me pregunto: ¿acera o calzada? Si voy por la calzada, según en qué calle, corro peligro; si voy por la acera voy más seguro. La mayoría del tiempo voy por la acera, pero despacio si toca ir despacio, respetando al peatón y teniendo en cuenta que, hasta que alguien no solucione el problema, ese espacio es principalmente para el viandante. A veces echo el pie a tierra para demostrarle al receloso peatón que viene de frente, allá a unos metros, que no soy un ciclista hostil. Pues bien, aún así, he tenido que escuchar a alguien refunfuñando, emitiendo alguna queja velada sin mirarme a los ojos. "Justos por pecadores", sentencia bíblica. Lo reconozco, he visto a algunos ciclistas gilipollas perdidos, haciendo zigzag por aceras estrechas o por plazas y sorteando a personas mayores y a niños, con lo impredecible que es la trayectoria de un niño... Un día en el entorno peatonal de la Catedral, una señora en bici casi atropella a mi hija mayor. No iba muy deprisa y tampoco iba despacio, pero sobre todo, no iba pendiente. Mi mujer gritó para advertir de la situación, mi hija se quedó quieta, la mujer frenó y la bici cayó después sobre mi pobre cría sin más consecuencias que el susto. Otro día mi padre cruzó una calle de sentido único, mirando en la dirección en la que podía venir algún vehículo, y una bici que circulaba en dirección prohibida lo atropelló y lo tiró al suelo; tampoco hubo mayores consecuencias que el susto y el enfado. No culpo a tooodos los ciclistas por esos dos hechos, y de verdad, agradezco a cada uno de los ciclistas responsables y respetuosos que hayan elegido la bici para desplazarse. Lo harán por muy diversos motivos, no me importan, pero en lo que a mi familia y a mí mismo respecta, ninguno está llenando el aire de CO2. Todos están haciendo de mi ciudad un lugar más humano y habitable. En eso pienso cuando puedo ir en bici a trabajar: ahí la tengo, aparcada justo en la puerta, esperando para llevarme en diez minutos hasta la puerta de mi casa mientras la brisa me roza el careto. Encima, en esos trayectos me siento un poco crío, con el gusto que da una vez pasas la treintena.

Remataré esta entrada de manera breve porque se me ha quedado más larga de lo que quería: en Murcia hace falta un Plan de la Bicicleta con mayúsculas, ambicioso, y ese plan pasa por hacer carril-bici en el centro, en todas y cada una de las calles y avenidas de Murcia; un carril autónomo, señalizado y seguro. Si hay que quitarle espacio a los coches, que se quite. No sería excesivo y saldríamos ganando todos. Hace poco, la consejería de José Ballesta hizo un estudio sobre movilidad y determinó que la inmensa mayoría de los desplazamientos en el municipio de Murcia son de menos de tres kilómetros. De hecho, por ejemplo el mío (el que separa en línea recta mi casa de mi trabajo, sin contar con los desplazamientos a los colegios) es de tres kilómetros. Hay quien no puede coger la bici porque su trayecto es más largo y complicado, pero los demás, podrían (podríamos) optar por la bicicleta si se ordenara la convivencia entre los conductores de vehículos a motor, los peatones y los ciclistas. Hace falta un carril-bici a lo largo y ancho de nuestra ciudad, y no es una gilipollez. No sería una acción menor, sería una grandísima acción, una apuesta real por un transporte sostenible y una excelente noticia de cara al futuro. De ese modo, el que tuviera dudas dejaría de tenerlas y la pescadilla dejaría de morderse la cola. Justo ahora, es el momento de la bici.


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Crisis de valores y de sistema.