Es estupendo eso de tener muchos
hermanos mayores, porque siendo crío (y también siendo ya mayor), en temas como
el cine, la música, la literatura o la televisión, es como tener muchas cañas
de pescar puestas hacia el mundo exterior. En mi casa (la de mis padres),
cuando vivíamos todos juntos hace unos cuantos años, cada uno se traía sus cosicas
de fuera. Luego ya si esas cosas te gustaban o no, eso era otro cantar. En lo
tocante a televisión y en el tema concreto de las comedias televisivas, allí casi
siempre había quórum. Quizá fuera por cuestiones genéticas y por apreciar el
cachondeo de manera natural, pero desde aquellos lejanos tiempos de la uno y la
dos, del himno de España y de la carta de ajuste a la medianoche, recuerdo las
reuniones en torno a las chanzas verdosas de Benny Hill, las vicisitudes de
aquel matrimonio británico al que llamaban Los Ropper, la divertida convivencia
de Las chicas de oro, los variopintos personajes que rondaban el bar de Cheers
y el hilarante choque cultural de Will Smith con sus tíos y sus primos pijos de
Bel Air. En tiempos más recientes hemos disfrutado de las paranoias de Jerry
Seinfield y sus amigos, y de las de Fraisier con su padre, su hermano y los
oyentes de su programa radiofónico de ayuda psicológica. Estas dos no las seguí
de manera regular en su momento, pero poco a poco intento enmendarlo. Son muy
buenas.
He
nombrado comedias televisivas norteamericanas y británicas. Quizá con menos
pasión, también me he divertido y me divierto con producciones españolas como
“Siete vidas” (claramente inspirada en ritmo, acidez y frescura en la serie
americana que reservo para el siguiente párrafo), Los Serrano (me gustaba hasta
que se les fue la pinza y empezaron a cagarla, por ejemplo con el grupo musical
de los críos y otras chorradas fuera de lugar), y Aquí no hay quien viva, que diría
que es la mejor comedia española de televisión. Sin embargo, nunca compartí el
entusiasmo por Farmacia de Guardia (me parecía algo ñoña) ni lo comparto por
Aída (demasiado centrada en lo grotesco). Si a algún lector de estas líneas le
gustan esas series, que me perdone; reconozco que no las he visto demasiado
pero no me despiertan interés. A pesar de que en España tenemos buenas
aptitudes para la risa, últimamente nos ha dado por imitar/versionar clásicos
americanos como dos de las series que he nombrado antes, Las chicas de oro y
Cheers. No puedo entender que se demuestre la falta de ideas de manera tan
explícita, y que se sea además tan insensato como para pensar que se puede
igualar las cotas de genialidad de los originales sin perecer en el intento.
Increíble, de verdad. Por terminar con España, mi admiración y buenos momentos televisivos
se centran más en los cómicos/humoristas españoles que en las series de comedia.
Cada uno con su estilo, ahí sí que hemos dado y seguimos dando mejor nivel:
Gila, Eugenio, Martes y Trece, Faemino y Cansado, Tricicle, el Gran Wyoming, Cruz
y Raya, o los muy geniales “chanantes” (soy fan), que además de ser muy
divertidos, han dado una vuelta de tuerca al humor patrio. Con su punto absurdo
y lúcido como unos Monty Phiton a la española, y al mismo tiempo rurales y
urbanos, han descentralizado el humor en España demostrando que uno se puede
reír con gente de fuera de Madrid, Cataluña y Andalucía.
Volviendo
a las comedias de televisión anglosajonas, mención aparte merece Friends, esa
excelsa obra maestra de la comedia, todo un clásico que habré visto de
principio a fin no menos de veinte veces y de la que me sé de memoria muchos
diálogos, en español y en la versión original. Y no lo tenía claro, al
principio pensaba que trataba de otra americanada de jóvenes pijoteros
neoyorquinos… ¡Menos mal que subsané ese error de apreciación! Lo de Friends ha
sido auténtica devoción y eso presenta sus pros y sus contras. Los pros están claros:
muy buenas risas cuando estás bien y un empujón terapéutico al ánimo cuando
estás un poco de bajón. El problema viene cuando tu serie de culto se acaba,
cuando deja de emitirse. Piensas, ¿Y ahora, qué? ¿Con qué me voy a reír? Sigues
viéndola en DVD pero ya no es lo mismo. Tarde o temprano necesitas más, echas
en falta nuevas situaciones para tus personajes favoritos. En esos momentos soy
reacio a abrirme a otras comedias, la verdad. Es como cuando cortas con tu
novio/a y pasas un tiempo en que te da pereza conocer a otras personas. Si llega
alguien justo entonces, le dices aquello de “no es por ti, es por mí” y “perdona,
pero es que acabo de salir de una relación muy seria con una serie cómica y no
estoy preparado para reírme con otra serie”. Por fortuna, antes o después llega
algo nuevo y te embarcas casi sin querer. De pronto conoces nuevos personajes
que se hacen familiares y ya estás de nuevo partiéndote de risa.
Reconozco
que después de Friends, pensé que no volvería a vivir el amor por otra serie
cómica de forma tan intensa. “Ya está, no se puede hacer mejor”. Por fortuna me
equivoqué, porque entonces irrumpieron dos obras maestras casi a la vez y vi
los cielos de la comedia nuevamente abiertos: me refiero a Larry David (Curb
your enthusiasm) y The Office. Aunque en España están pasando un poco de
puntillas (por culpa de los canales de televisión, que no las potencian, ni las
cuidan ni las ponen en buena franja horaria) y aunque han tenido una respuesta
dispar entre la audiencia estadounidense (The Office alcanza mejores índices de
audiencia que CYE), ambas se encuentran ya en plena madurez y en USA se están emitiendo
sus octavas temporadas, para regocijo de todos sus fieles seguidores. Y claro,
yo no sé qué pensarán los demás, pero llegados a ese punto empiezo a temer el
momento en que las dos se terminen y vuelva a estar huérfano de una comedia de
culto. Dedicaré la próxima entrada de este blog a hablar más detenidamente sobre
Curb your enthusiasm y The Office, por si se las descubro a alguien y porque
merecen la pena. “En habiendo” DVD’s, ¡nunca es tarde para engancharse!
Los protagonistas principales de The Office (NBC) |
Larry David como él mismo en Curb your enthusiasm (HBO) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario