jueves, 9 de agosto de 2012

La ciudad que perdió la memoria

Murcia relega a un lugar secundario a algunos de los personajes más importantes de su historia

Los protagonistas de la conquista cristiana del siglo XIII y los del barroco murciano han tenido mejor suerte que los del periodo andalusí

El saber popular afirma sin matices que nadie es profeta en su tierra, pero si se desciende a la particularidad, al caso concreto, resulta fácil comprobar que todo depende del profeta y de la tierra. Así, algunos personajes tuvieron la fortuna de calar en la sociedad que les vio nacer y pasaron a formar parte de la memoria colectiva con monumentos, calles o plazas a su nombre; otros, por motivos que van desde la revisión de la historia a la rivalidad política, fueron borrados, silenciados o, en el mejor de los casos, apartados a un espacio marginal y semiclandestino; al patio trasero de la urbe. En Murcia existen ejemplos para todos los gustos: desde el recuerdo merecido y unánime hasta el homenaje partidista o difícilmente explicable, pasando por sonoras cuentas pendientes que siguen sin saldarse.

¿Referentes urbanos o muestras de identidad?
La ciudad, escenario de nuestros quehaceres diarios, se extiende por avenidas, calles y plazas y ofrece referentes que nos ayudan a situarnos: con sus nombres sobre un plano, una persona puede saber en qué ciudad está, y dentro de ella, saber exactamente dónde se encuentra y hacia dónde dirige sus pasos. Para un murciano, la Plaza Circular, la avenida Ronda Norte o la Ronda Sur son herramientas cotidianas, pero para un visitante son la primera fuente de información sobre la identidad y el pasado de Murcia. Y en los tres ejemplos citados sólo se puede intuir que los murcianos conocen las formas geométricas y los puntos cardinales. La Murcia neutral, geométrica y despersonalizada se ve reflejada en la mayoría de sus principales ejes viarios: a esos ejemplos se unen los de Ronda Oeste y Ronda de Levante, que junto a la Avenida Primero de Mayo conforman el primer cinturón en torno al centro urbano.

Gran Vía del Escultor Salzillo o, simplemente, Gran Vía. El centro histórico cortado a cuchillo.

La avenida más importante del núcleo de la ciudad -la más comercial y transitada- recibe el nombre de Gran Vía del Escultor Salzillo, homenaje al insigne artista murciano del siglo XVIII, pero todo el mundo se refiere a ella como Gran Vía por una cuestión de economía lingüística. Abierta a fuerza de barreno y explosivo a finales de los años cincuenta del siglo pasado, dicha avenida destruyó parte del casco antiguo y provocó el derribo de los baños árabes de la calle Madre de Dios, declarados Monumento Nacional por la Ley del Patrimonio de 1931. Otros ejes básicos para el tráfico y el comercio de Murcia son la avenida General Primo de Rivera -golpista nacido en Jerez que instauró una dictadura en 1923-, las de la Constitución y la Libertad -que recibieron su nuevo nombre en la transición democrática-, o la Gran Vía de Alfonso X el Sabio, que en este caso sí ha tenido la suerte de popularizarse con el nombre del rey que anexionó Murcia a Castilla en el siglo XIII, al existir ya una Gran Via en la ciudad.

La avenida de la Fama, la calle Floridablanca -condado del murciano José Moñino, quien ocupó cargos relevantes en el gobierno de Carlos III- o la avenida del Infante Don Juan Manuel -toledano y sobrino de Alfonso X- también reciben un animado trasiego diario. Y en este breve repaso a algunos de los ejes de la ciudad, tampoco podemos olvidar calles como las de Jaime I el Conquistador -otro personaje de la conquista cristiana-, Gutiérrez Mellado -militar que luchó en el bando franquista durante la Guerra Civil Española, pero que colaboró decisivamente en la transición a favor de la democracia y se mantuvo firme ante el golpista Tejero- o Antonete Gálvez -el revolucionario murciano del siglo XIX, nacido en Torreagüera y ligado a la lucha cantonal-. En Murcia existe además la costumbre de dividir la misma calle en varios tramos con distintos nombres, lo que dificulta su identificación: así, Correos es el nombre unitario que le dan los murcianos a las calles de Alejandro Séiquer -pintor murciano de mediados del siglo XIX-, Isidoro de la Cierva -político y ministro murciano de finales del XIX y principios del XX-, Pintor Villacis -artista murciano del siglo XVII- y Ceballos. Lo mismo sucede con las calles de San Andrés, García Alix -político y ministro murciano, contemporáneo de Isidoro de la Cierva- y Juan de la Cierva -el inventor del autogiro-, que dividen una misma calle a la que muchas veces se conoce como de San Andrés de lado a lado.

El casco antiguo de Murcia -o lo que quedó de él tras el desarrollismo constructivo de mediados del siglo XX- conserva en buena medida el trazado del callejero medieval y ofrece referentes más apegados a la historia de la ciudad, como la ubicación de sus gremios -Trapería, Platería, Jabonerías...-, o la de sus antiguos conventos derribados -Santa Isabel, La Merced, la Trinidad, San Antonio...-. Sin embargo, también han tenido hueco algunos homenajes recientes tributados por ayuntamiento, como la plaza del periodista Jaime Campmany -vehemente defensor del régimen franquista desde las páginas del diario Arriba- junto a la Catedral. De las 1200 calles registradas en el plano del centro de Murcia, cerca de 140 -la mayoría de especial relevancia- están dedicadas a personajes y eventos religiosos, aunque las nuevas avenidas en las zonas de expansión de la ciudad reciben los nombres de los miembros de la Casa Real, con Juan Carlos I y Juan de Borbón como ejes principales. La sustitución del nombre de Isaac Peral, ingeniero cartagenero que construyó el primer submarino militar útil, por el del Conde de Barcelona, estuvo rodeada de polémica. Ahora Peral da nombre a un parque que, sin embargo, todo el mundo conoce como "jardín de las tres copas" por la fuente que preside ese espacio verde.

Monumento a Abderramán II, emir de Córdoba y fundador de Murcia en el siglo IX, rodeado de obstáculos.

Las cuentas pendientes
El homenaje de Murcia a los personajes relacionados con su fundación y el periodo andalusí se ha visto superado por el de los protagonistas de la conquista cristiana y los del gran siglo XVIII murciano: Alfonso X el Sabio cuenta con un monumento en la avenida del mismo nombre; el conde de Floridablanca tiene el suyo en el barrio del Carmen; el Cardenal Belluga preside la Glorieta junto al ayuntamiento y el Palacio Episcopal; y el busto dedicado a Francisco Salzillo, aunque de estética criticada, sigue elevándose en la plaza de Santa Eulalia. Juan de la Cierva, murciano e inventor del autogiro -precendente del helicóptero-, tiene un monumento algo alejado de la vista pública frente al Palacio de Justicia, y a su abuelo Ricardo Codorniú, que repobló Sierra Espuña y El Valle a finales del siglo XIX, se le dedicó un busto bajo el ficus de Santo Domingo en 1930. Hace pocos meses se inauguró cerca del Teatro Romea la escultura que inmortaliza al actor Paco Rabal como Zacarías, el personaje de Delibes. Peor suerte ha corrido Abderramán II, emir cordobés y fundador de Murcia en el año 825, cuya calle, pequeña y secundaria, pocos conocen, y cuyo monumento fue colocado en un lugar de difícil visión en la Plaza de la Cruz Roja. Por su parte el místico Abenarabi, nacido en 1165 y de fama internacional, tiene una avenida de cierta importancia pero no se le ha dedicado monumento. Y el rey que llevó a Murcia a su máximo esplendor en el siglo XII, Ibn Mardanix, aún no tiene monumento, y su calle bajo el apodo de Rey Lobo, pequeña y en un barrio alejado del centro histórico, no se corresponde con la importancia del personaje. Así es como respira una ciudad sin memoria.

La política y la historia en el proceso de nombrar calles
Tradicionalmente se admite que la historia la escriben los poderosos y los vencedores. Y en la actualidad, una de las formas de comprobarlo es conocer el proceso que se sigue para poner nombre a las calles de una ciudad. En el caso de Murcia, el procedimiento es así: el Instituto Nacional de Estadística remite anualmente al ayuntamiento un listado con las nuevas vías que se incorporan al mapa urbano. Tanto esas calles sin nombre que hay que bautizar, como la posible modificación de nomenclatura en calles ya existentes, se ponen sobre la mesa de una Comisión Municipal formada por todos los grupos políticos del consistorio -según su peso electoral- que se encarga de proponer nombres. La Comisión cuenta con el asesoramiento del grupo de Notables de la Región de Murcia, integrado por académicos, historiadores y cronistas oficiales de los municipios murcianos.

Una vez se acuerdan las propuestas, éstas se envían para su debate y aprobación al Pleno municipal, donde basta obtener la mayoría simple en su votación. De ese modo el partido en el poder -el PP rige el ayuntamiento de Murcia desde 1995- puede nombrar calles y plazas o cambiar los nombres existentes sin excesivos problemas. Existe otro cauce para las pedanías -poblaciones dependientes del ayuntamiento de la capital-, que se inicia con las propuestas recogidas por las Juntas Vecinales de cada una de ellas, que posteriormente pasan a la Comisión Municipal y, de ahí, al Pleno. En esos casos, los nombres suelen hacer referencia a los personajes ligados a la historia de esas poblaciones, a los apodos tradicionales de las familias, a sus usos y costumbres o a lugares clave, como el nombre de una acequia, un palacete o un molino. Al final todo depende del grado de objetividad del gobernante de turno y, sobre todo, del sentido de responsabilidad colectiva y de su compromiso con la historia.

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Crisis de valores y de sistema.